¿Es útil estudiar historia?


Hace algunas clases le formulaba la siguiente pregunta a mis alumnos: ¿Quién fue Andrés Bello? Ninguno contestó. Nadie sabía que Bello fue profesor de Simón Bolívar, que era un eminente gramático y experto en derecho romano. Fue una decepción saber que ninguno de los alumnos tuviera idea sobre este personaje histórico. Una universidad en Venezuela lleva el nombre del redactor del Código Civil chileno.

No es de extrañar que las nuevas generaciones no sepan de historia, creo que tampoco las antiguas saben mucho; sin embargo, vuelvo a preguntarme: ¿Es útil el estudio de la historia? ¿Sirve para algo? ¿Es una disciplina que solo enseña fechas y nombres de personas que ya murieron en el pasado? Creo que estudiar historia no solo es útil sino necesario, y no es una disciplina basada en la memo-técnica de calendarios y apelativos.

La historia -como su nombre lo indica- es la recopilación de hechos sucedidos en el pasado, es la memoria de nuestra especie, es el antecedente de nuestra propia existencia. La historia alude al pasado para entender nuestro presente, para comprenderlo, para analizarlo, para modificarlo. La historia es como una historia, como un cuento, como una narración; con la diferencia de que aquella está basada en hechos que realmente ocurrieron, mientras que la literatura tiene como fuente principal la imaginación y la fantasía.

Olvidar la historia es quedarnos sin memoria, es quedar como seres amnésicos, es sumergirnos en el olvido, es pensar que todo lo que vivimos no es más que el resultado de la espontaneidad. Si entendemos el pasado, podemos entender el presente; pero si no conocemos el pasado, tampoco comprendemos el presente.

Para algunos, abordar la historia es síntoma de erudición, de cultura; yo creo que la historia no es solo para los eruditos, para la gente culta; creo que la historia la debemos estudiar todos. ¿Quién fue Simón Bolívar? ¿O Churchill? ¿O Napoleón? Personajes históricos de la mayor importancia que todos tendríamos que conocer.

La historia está llena de estupideces, pero también de genialidades; tenemos que aceptar que Hitler, Calígula o Nerón, no fueron seres constructivos en un sentido moral, pero que de cierta forma forjaron lo que hoy estamos viviendo. También hubo genios como Leonardo da Vinci, Newton o Dante Alighieri.

En lo personal, me encanta leer biografías, no solo para enterarme de chismes, sino también para comprender la mentalidad, el carácter, de esos seres que con sus decisiones delinearon el rumbo de la humanidad, para bien o para mal. Lo que hoy vivimos es el fruto de las decisiones de esos hombres; de un Kennedy, de un Nixon, de un Enrique Olaya Herrera, de un Roosevelt.

Creo que el enfoque de esta ciencia también ha sido equivocado, no solo es culpa de la gente del común; no se le ha inculcado a la gente el placer de estudiar la historia. La memotecnia de fechas, de nombres, de circunstancias, ha dado al traste con el gusto por esta disciplina. Debería abordarse la historia desde el análisis, y contextualizarla con el presente, con la situación actual. Para que la gente entendiera la conexión entre esos hechos acaecidos hace muchos años y el presente.

De otro lado, la globalización como fenómeno político tiene que ver en gran medida con esta desestimación del estudio de la historia; ya que si vamos hacia la consolidación de un gran Estado mundial pues no sería necesario reforzar los nacionalismos a través del estudio de los hechos que dieron lugar a esos mismos nacionalismos. Posición equivocada, porque el hombre no es una máquina, no es un borrego, no es un ser sin espíritu; el hombre es un ser complejo, que debe entender el proceso por el cual ha llegado a donde está. Si el aparato político a gran escala busca borrar esos antecedentes, destruyendo la pasión por el estudio de la historia, pues tendrán hombres artificiales que no entenderán por qué hablan un idioma determinado, o por qué tienen una raza, o por qué están donde están.

La historia, como todo estudio, requiere que se transmita a través del entusiasmo por el conocimiento; pero si todo el entusiasmo por el conocimiento se sintetiza en transmitir información para adiestrar obreros, pues no nos sorprendamos si la moral flaquea en estos tiempos difíciles. Si se estudia la historia como debe ser, se podrán formar seres críticos que construyan una nueva humanidad y un nuevo mundo. Tal vez por eso no se quiere estimular el estudio de la historia, para que prevalezca el olvido y las cosas sigan como están.  





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